Es la acción de privilegiar, por interés económico, amistad o parentesco, a unas personas en desmedro de otras dentro del proceso político estatal. En sus afanes discriminatorios, el favoritismo pasa sobre el mérito o la equidad —y a veces, incluso, sobre la ley— para beneficiar a unas personas y atropellar el derecho de otras. Este es un fenómeno muy frecuente en la administración pública. Funciones de importancia, destinos honrosos, cargos bien remunerados, apetecidas <canonjías se otorgan por razones políticas, amistosas, de parentesco o de corrupción a personas que carecen de los méritos necesarios para desempeñarlos.
Con demasiada frecuencia funciona el llamado >sistema del botín, que es contrario a la igualdad personal y a la equidad económica en los regímenes políticos.
El favoritismo es lo contrario a la meritocracia, puesto que ella responde al principio de la eliminación de los privilegios provenientes del linaje, la riqueza, la amistad, el parentesco y otros factores discriminatorios. Su origen está en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada en Francia en 1789, que estableció que las personas son igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según su capacidad y sin otra distinción que aquella de su virtud y de su ingenio.
Sin embargo, el sistema tardó en imponerse plenamente —y a veces no lo ha hecho del todo— a pesar de las declaraciones formales. Aún hoy no puede considerarse que ha ganado la batalla contra el privilegio y el favoritismo. Durante largo tiempo imperaron los privilegios de la sangre o de la riqueza. La moderna sociedad industrial, basada en la capacidad individual como factor de productividad, avanzó mucho en la liquidación de ellos y afianzó el sistema meritocrático. En ella se produce una rigurosa selección de las personas en función de sus capacidades para la ocupación de los lugares de dirección de las empresas. La única garantía de estabilidad en los cargos que ellas tienen es su eficiencia y su rendimiento. Por eso el sistema pone tanto énfasis en la educación, en todos sus niveles. Gobiernos, empresas privadas y universidades actúan coordinadamente en la preparación de los recursos humanos.
Sin embargo, en la moderna sociedad del conocimiento y la informática ha ocurrido que la capacidad de rendimiento de las personas se ha convertido en fuente de un nuevo privilegio. Ese es el único mérito que esta sociedad suele reconocer. Se sancionan rigurosamente las diferencias de aptitud personal, que muchas veces son diferencias naturales. A despecho de la igualdad de oportunidades que ofrece el sistema, han surgido nuevos desniveles a causa de que las personas llegan al mundo con distintas predisposiciones naturales que determinan ulteriores diferencias de educación y de aptitud en el proceso de la producción. El dinamismo del sistema económico capitalista, que es el que impera en estas sociedades, avasalla implacablemente a quienes tienen menos defensas.